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Diablucos: el bien y el mal libran una batalla infernal

  • 13 jul
  • 8 Min. de lectura

Actualizado: 1 sept

El Corpus Christi de Helechosa de los Montes está marcado por la presencia de Los Diablucos, unas figuras demoníacas que se enfrentan al Cuerpo de Cristo representando el mal. Esta tradición tiene más de 500 años de antigüedad y se celebra siguiendo una serie de rituales que cuentan con la implicación y el acompañamiento de los habitantes de esta localidad pacense.


Los Diablucos, el mal despierta alertando a los fieles/ Carlos Díaz
El mal despierta alertando a los fieles/ Carlos Díaz Alvarez

Los Diablucos es una festividad cargada de simbolismo que conserva el patrimonio cultural y ancestral de la comarca de la Siberia Extremeña. Los elementos cristianos y paganos están presentes en una jornada en la que el bien termina imponiéndose. Además, una semana después, Helechosa de los Montes celebra la Octava del Corpus en la que vuelven a aparecer estas figuras diabólicas.


El mal despierta alertando a los fieles


El día antes de la celebración del domingo del Corpus Los Diablucos se reúnen en la casa del Diabluco Mayor. Pero cuando repican las campanas llamando a la misa de la tarde del sábado, estas figuras caminan por las calles de Helechosa de los Montes, vestidas con su mono rojo característico y con la cara descubierta. El Diabluco Mayor encabeza esa marcha tocando el tambor y anunciando la llegada del mal.

A la mañana siguiente, las calles de esta localidad extremeña se llenan de alfombras de helechos, tomillos y todo tipo de flores olorosas. Además, en las puertas de algunas casas se pueden ver altares formados por imágenes religiosas, plantas, dulces y productos típicos de la tierra. Esos altares son montados por los vecinos y guardan una manda o promesa que será bendecida ese mismo domingo del Corpus Christi.


Los Diablucos/ Calle engalanada con plantas olorosas y estandartes/ Carlos Díaz
Altar creado por los vecinos de una vivienda de Helechosa de los Montes/ Carlos Díaz Alvarez
Los Diablucos/Calle engalanada con plantas olorosas y estandartes / Carlos Díaz
Calle engalanada con plantas olorosas y estandartes / Carlos Díaz Alvarez

Poco tiempo después, Los Diablucos hacen su aparición dirigiéndose hacia la casa del mayordomo de la Hermandad del Santísimo. De nuevo caminan sin máscara y recuerdan al pueblo que el mal está presente. Tras visitar al mayordomo, se presentan ante el alcalde y las autoridades municipales y de ahí marchan hacia la casa del cura, que es el custodio de las máscaras.


Los Diablucos Entrega de máscaras/ Carlos Díaz
Entrega de máscaras/ Carlos Díaz Alvarez

Tras la entrega de las máscaras por parte del sacerdote, Los Diablucos comienzan a danzar siguiendo el ritmo del tambor, tocando sus castañuelas y haciendo sonar los cascabeles que llevan adosados a la parte baja del pantalón. Estas figuras infernales caminan de espaldas y enfrentándose al sacerdote que se dirige hacia la iglesia y que ejerce como representante de Dios en la tierra. El mal ya ha retado al bien.

Cuando la comitiva llega a la entrada de la iglesia de Nuestra Señora de la Altagracia, Los Diablucos se sienten repelidos por el poder que transmite la casa de Dios y forman un arco en torno a la entrada del templo mientras danzan hacia delante y hacia atrás. Una vez que el sacerdote y las autoridades acceden a la iglesia, Los Diablucos entran guardando silencio y sin sus máscaras.


Los diablucos Diablucos esperan su entrada en la iglesia/ Carlos Díaz
Diablucos esperan su entrada en la iglesia/ Carlos Díaz Alvarez

Celebración de la misa y de la procesión del domingo del Corpus Christi


Los vecinos de Helechosa de los Montes se encuentran dentro del templo y asisten a la misa del Corpus Christi que comienza a las 12:00 horas. Esta celebración transcurre con normalidad, pero en el momento en que el sacerdote consagra el pan y el vino, Los Diablucos comienzan a tocar sus tambores y castañuelas interrumpiendo la liturgia.

Cuando finaliza la misa, Los Diablucos se colocan en la calle central de la iglesia enfrentándose al sacerdote que desciende del altar mayor bajo palio y con la custodia del Cuerpo de Cristo en sus manos. Toda la comitiva sale del templo y comienza la procesión del Corpus Christi.

Las calles engalanadas de Helechosa de los Montes se convierten en el escenario de una procesión en la que están presentes los niños que han tomado la primera comunión ese año, el sacerdote y Los Diablucos que danzan hacia delante y hacia atrás. Además, estos demonios tocan sus instrumentos retando y mirando al sacerdote, a los fieles y a los vecinos.


Diablucos causan el caos en la procesión del Corpus Christi/ Carlos Díaz
Diablucos causan el caos en la procesión del Corpus Christi/ Carlos Díaz Alvarez

El recorrido de esta procesión está marcado por los altares. El sacerdote se para en cada uno de ellos colocando la custodia sobre el propio altar y arrodillándose para dedicarles unas palabras y bendecirlos. Mientras tanto, Los Diablucos dejan de tocar y danzar, levantan sus máscaras y reciben agua y avituallamiento por parte de sus familiares y vecinos.

No hay que olvidar que estas personas se mueven bajo el sol, con temperaturas muy altas y vestidas con un mono rojo y una máscara que cubre todo su cuerpo y su cara. Ese momento de consagración, además de permitir al sacerdote bendecir el altar en silencio, sirve de descanso para el Diabluco. Pero esta escena también está cargada de simbolismo, porque el vecino distrae al demonio para que el sacerdote realice la bendición con total tranquilidad.


Los Diablucos/Sacerdote bendice un altar vecinal/ Carlos Díaz
Sacerdote bendice un altar vecinal/ Carlos Díaz Álvarez

Cada vez que el sacerdote termina la bendición, Los Diablucos colocan sus máscaras, tocan sus instrumentos y hacen notar su presencia danzando y retando al Cuerpo de Cristo hasta que llegan a otro altar. Ahí se vuelve a parar la comitiva.


El triunfo del bien sobre el mal


Una vez que han quedado bendecidos todos los altares, se regresa a la iglesia de Nuestra Señora de la Altagracia. El sacerdote hace su entrada y tras él Los Diablucos que se colocan en la parte central del templo y tocan sus instrumentos y danzan con todas sus fuerzas generando un ruido atronador. En ese momento y desde el altar mayor, el sacerdote levanta la custodia frente a Los Diablucos que atemorizados huyen corriendo en desbandada. El bien ha vencido al mal.

Ese momento se vive con mucho fervor por parte de los vecinos y marca el final de la celebración. A continuación, se ofrece una comida en la casa parroquial y a las 17:00 horas, los alimentos y las ofrendas de los altares son subastados. El dinero recaudado sirve para sostener y sufragar los gastos de la Hermanad del Santísimo.

Una semana después, Los Diablucos vuelven a aparecer en la Octava del Corpus que se celebra al domingo siguiente. Pero en este caso la procesión es más corta y se colocan menos altares. En este día, tanto la hermandad del Santísimo como el Ayuntamiento de Helechosa montan sus propios altares.


Un traje de demonio cargado de simbología


La vestimenta de Los Diablucos causa alerta y terror entre fieles, vecinos y asistentes a esta festividad propia de Helechosa de los Montes. Tradicionalmente, han sido dos mujeres naturales del municipio extremeño quienes se encargaban de confeccionarlos.

El intenso color rojo de los monos y de las máscaras es inconfundible. Se usa como representación del demonio y como referencia a las llamas del infierno. Además, culturalmente este color se asocia al conflicto, a la ira y al carácter impetuoso, una serie de rasgos que la religión católica relaciona con el diablo.

El siguiente elemento que llama la atención es la máscara. En este caso se coloca tapando la cara y encima de un capuchón negro haciendo un contraste entre ambos colores. El objetivo de la máscara es mostrar una mueca que haga referencia al demonio.

Tampoco pasa inadvertida la parte trasera del traje de Diabluco. Del capuchón negro que cubre la zona superior de la cabeza, surge una trenza que recorre toda la espalda y que termina en un rabo. Este elemento simboliza la burla de satán.


Los Diablucos/Parte trasera del traje con la caperuza negra y la trenza/ Carlos Díaz
Parte trasera del traje con la caperuza negra y la trenza/ Carlos Díaz Álvarez

En lo que respecta a los pies, Los Diablucos llevan adosados a la parte baja del pantalón unos cascabeles que emiten un sonido característico al danzar. Los antiguos archivos parroquiales indican que la función de estos cascabeles es distraer al fiel y evitar que presten atención a la procesión. Finalmente, destacan las zapatillas blancas que tienen ese color para simbolizar la pureza. Ese tono blanco es el que permite a Los Diablucos entrar en la iglesia.

La vestimenta del Diabluco se complementa con dos instrumentos musicales. El más llamativo es un tambor de piel de cabra o de cordero que se toca emitiendo un sonido rítmico y repetitivo. Pero estos demonios también hacen sonar una castañuela muy grande con forma picuda. Este último instrumento se tiene que tocar con las dos manos, una de ellas sirve como agarre y la otra golpea.

El tambor y la castañuela crean un sonido que busca distraer y entorpecer al fiel y a la procesión. El objetivo es evitar que el bien acapare la atención en el domingo del Corpus Christi. Además, se tocan de forma coordinada con la danza que bailan Los Diablucos y con la que plantan cara al sacerdote con la custodia.


Diablucos danzan con sus tambores, castañuelas, cascabeles y zapatillas blancas/ Carlos Díaz
Diablucos danzan con sus tambores, castañuelas, cascabeles y zapatillas blancas/ Carlos Díaz Álvarez

Una celebración de origen pagano con más de 5 siglos


Los registros indican que Los Diablucos de Helechosa de los Montes se celebran desde el año 1591 y se trata de una tradición que tiene una vinculación directa con el Corpus Christi. Esta festividad católica está destinada a la proclamación de la fe por medio de la presencia real de Jesucristo en la eucaristía. El hijo de Dios se muestra en cuerpo a través de la hostia consagrada y su sangre es representada con el vino.

El Corpus Christi se celebra 60 días después del Domingo de Resurrección. Su origen se remonta al siglo XIII, cuando la religiosa Santa Juana de Lieja propuso la celebración de una festividad destinada a la conmemoración del Cuerpo y la Sangre de Cristo que forman parte de la eucaristía.

En el año 1246 se celebró el primer Corpus Christi en la diócesis de Lieja, pero el suceso que asentó esta festividad tuvo lugar en 1263. La tradición cuenta que un sacerdote de la localidad italiana de Balsena partió la hostia consagrada y de ella brotó sangre. A día de hoy, hay corrientes que apuntan a que ese suceso se debió a la presencia de un pigmento rojo llamado prodigiosina que procede de una bacteria que podía encontrarse en el pan.

Este hecho fue difundido como un prodigio y como una prueba de que el Corpus Christi tenía que asentarse como celebración. El papa Urbano IV promulgó una bula mediante la cual esta fiesta era reconocida por toda la iglesia. Posteriormente, en el año 1311, el pontífice Clemente V renovó la bula de Urbano IV en el Concilio de Vienne estableciendo las normas de la procesión.

La Iglesia Católica observó que en las últimas semanas de la primavera los campesinos celebraban ritos propios del paganismo en los que pedían cosechas abundantes. La labor de la cristianización provocó que ciertas evocaciones se adaptaran a los ritos cristianos, de ahí que en determinadas procesiones se puedan ver reminiscencias a los antiguos dioses paganos, entre ellas aparecen los gigantes, los cabezudos o las figuras demoníacas.

En este contexto también se expone el paralelismo entre el bien y el mal que se refleja en la lucha eterna entre el bien cristiano y el maligno con sus diablos o diablucos, tal y como ocurre en la festividad de Helechosa de los Montes. De hecho, Los Diablucos llevan adosada una calabaza al cinturón del traje. Ese elemento actúa como símbolo pagano. La calabaza está seca y llena de semillas haciendo una referencia a la fertilidad de la tierra y al acto de renacer.


Traje de Diabluco con la calabaza adosada al cinturón/ Carlos Díaz
Traje de Diabluco con la calabaza adosada al cinturón/ Carlos Díaz Álvarez

Una festividad única e integradora que desafía al contexto actual


Las gentes de Helechosa de los Montes sienten profundamente la festividad de Los Diablucos. La Hermandad del Santísimo y los habitantes del municipio extremeño se implican en la conservación de esta tradición. A día de hoy, tanto adultos como niños participan como Diablucos en el Corpus y en la Octava, actuando de forma coordinada y llevando a cabo los rituales propios de esta tradición.

Hace cuatro años esta fiesta ancestral vivió un cambio cuando una niña expresó su voluntad de ser Diabluca. La hermandad aceptó su incorporación y se convirtió en la primera niña de la historia en participar como figura diabólica. Un año después, una mujer pudo cumplir su sueño de ejercer como Diabluca en el Corpus Christi de Helechos de los Montes.


En los Diablucos participan tanto niños y adultos/ Carlos Díaz
En los Diablucos participan tanto niños y adultos/ Carlos Díaz Álvarez

Los Diablucos conservan el patrimonio ancestral de la Siberia Extremeña. En localidades cercanas como Fuenlabrada de los Montes existen Los diablillos que dan forma a una festividad muy parecida. Incluso en su momento municipios como Valdecaballeros también tuvieron sus propios Diablucos que desaparecieron tras la Guerra Civil. Actualmente, Helechosa de los Montes mantiene su fiesta tradicional de lucha del bien contra el mal, adaptándose a los nuevos tiempos, pero sin perder su esencia y manteniendo tradiciones centenarias.

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