top of page

La aloja y otras bebidas refrescantes

  • 27 jul 2023
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 23 jul

Hoy, cuando el calor aprieta, abrimos la nevera y elegimos entre una infinidad de refrescos industriales, marcas conocidas, sabores artificiales y burbujas. Pero durante siglos, quienes vivieron nuestros veranos antes que nosotros se saciaban con bebidas más sencillas, hechas en casa o vendidas en pequeños puestos callejeros. Bebidas que hoy rescatamos no solo por curiosidad, sino porque nos devuelven algo de sabor a historia.

bebidas refrescantes, horchata

🍋 Limoná: la reina de las verbenas

Agosto en Madrid huele a claveles, suena a organillo… y sabe a limoná. Esta bebida tradicional, también conocida como sangría blanca, era y sigue siendo parte inseparable de las verbenas madrileñas. Se elabora con vino blanco, azúcar, trozos de manzana y mucho hielo. Refrescante, popular, sencilla y perfecta para los bailes de barrio en las calurosas noches de verano.

🌾 Agua de cebada: el granizado olvidado

Durante décadas fue un clásico de las fiestas populares madrileñas. El agua de cebada, elaborada con grano tostado de cebada, azúcar moreno y zumo de limón, se servía bien fría, a menudo en forma de granizado. Su sabor, ligeramente tostado y ácido, la convertía en una bebida ideal para refrescarse. Hoy, casi desaparecida, sobrevive heroicamente en el quiosco de Miguel y José (Calle Narváez, 8), auténticos guardianes de esta receta.


🥄 Carraspada, zarzaparrilla y horchata: sabor rural y herbolario

La carraspada, de origen pastoril, era una mezcla de agua, vinagre y azúcar, y se tomaba en el campo. La zarzaparrilla, bebida medicinal de sabor similar a la raíz de regaliz, tuvo una gran fama en el siglo XIX como refresco saludable. Y la horchata de chufa, originaria de Valencia, conquistó toda la península y sigue viva gracias a su sabor único y su origen vegetal.


🍯 La aloja: cuando la miel era el alma del refresco

Y entre todas ellas, una destaca por su historia: la aloja. Esta bebida, elaborada con agua, miel, hierbas aromáticas y especias como canela o clavo, fue muy popular en la Edad Media y el Siglo de Oro. Su fama fue tal que en 1640 se fundó en Madrid el gremio de alojeros, encargado de regular su calidad y su precio.

Las alojerías eran espacios concurridos, donde se vendía esta bebida en jarras de barro. Fresca, digestiva y ligeramente dulce, la aloja calmaba la sed del pueblo y también del poeta: no es raro encontrar referencias en obras literarias del Siglo de Oro.

Con el paso del tiempo, las alojerías fueron desapareciendo, y para principios del siglo XIX apenas quedaban rastros de ellas en las calles madrileñas. Pero su huella perdura en la memoria de quienes hoy buscan recuperar recetas tradicionales.




Comments


bottom of page