El lenguaje del clavel
- 20 abr 2024
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 23 jul
Contamos con una gran tradición oral que corre el riesgo de desaparecer. Por eso, vamos rescatando, poco a poco, aquellas historias, cuentos, tradiciones, costumbres o refranes que nos ayudan a cartografiar nuestra memoria colectiva. Entre ellas, hay un símbolo silencioso que merece volver a florecer: el clavel.
Antiguamente, las mujeres vestían sus cabezas con esta flor para indicar su estado civil. Hoy día, sigue siendo un adorno habitual en fiestas patronales, verbenas o bailes regionales, pero su significado ha quedado casi olvidado.
En realidad, el clavel era un lenguaje codificado, una flor que hablaba sin necesidad de palabras. Su color y su número comunicaban en voz baja lo que no siempre se podía decir en voz alta:
Tres claveles, dos rojos y uno blanco, indicaban que la mujer era viuda.
Dos claveles, los dos rojos, indicaban que la mujer estaba casada.
Dos claveles, los dos blancos, indicaban que la mujer estaba soltera.
Dos claveles, uno blanco y uno rojo, indicaban que las mujeres tenían novio o estaban comprometidas.
Este alfabeto floral se transmitía de madres a hijas, en gestos cotidianos, en preparativos de fiestas, en peinados al atardecer. Era una forma discreta, pero poderosa, de nombrar los afectos, los vínculos o las ausencias.
Más allá del lenguaje emocional, el clavel ha tenido una fuerte presencia en el folclore de muchas regiones de España. En Andalucía, se lucía en el escote o recogido en el moño; en Extremadura o Castilla, era protagonista de las galas populares y los trajes de faena, asociado también a bailes, coplas y juegos de cortejo.
Hoy, cuando alguien lleva un clavel, quizás sin saberlo, lleva una historia en la cabeza. Recuperar su significado no es mirar al pasado con nostalgia, sino volver a mirar con atención aquello que un día fue importante para decir quiénes éramos y cómo nos sentíamos.
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